La investigación, publicada en Environmental Toxicology and Chemistry se centró en el estudio de los efectos de estos dos plaguicidas en el funcionamiento bioenergético de mitocondrias aisladas de las cabezas y el tórax de abejas africanizadas. Esta inhibición de la bioenergética mitocondrial, conlleva una energía celular empobrecida y puede explicar, señalan los autores, la toxicidad de estos compuestos para las abejas.
Las mitocondrias son las "centrales eléctricas" de una célula, generando la mayor parte de trifosfato de adenosina (ATP), que se utiliza como fuente de energía química. Los músculos de vuelo de abejas dependen en gran medida de los altos niveles de consumo de oxígeno y el metabolismo energético; el ATP es fundamental para contraer los músculos durante el vuelo.
Así, según explica el investigador Daniel Nicodem, autor principal del estudio, "si algo sale mal la producción de energía se ve afectada"; "Igual que en un avión, las abejas necesitan combustible limpio para poder volar".
Mientras que en los niveles subletales, el daño de los insecticida puede no ser evidente, a pesar de estas exposiciones a bajo nivel, contribuyen a la incapacidad de una abeja para alimentarse y volver a la colmena.
Nicodemo, recuerda también que otros estudios bien documentados han señalado efectos subletales relacionados con la conducta de estos insectos, "incluso unos pocos nanogramos de ingrediente activo perturbaban el sentido del gusto, el aprendizaje olfativo y la actividad motora de las abejas"